lunes, 18 de octubre de 2010

Fantasmas de ayer y hoy.


Hoy he vuelto a caminar entre los gruesos muros de hormigón. He sentido las frías paredes grises. He observado las coloridas mesas con olor a tabaco y café. Me he detenido ante las aulas llenas de ilusiones y falsas esperanzas. Me he sentado en un banco de madera con aroma a marihuana en la lejanía. He mirado con el rabillo del ojo los tablones con proyectos por hacer y calificaciones por borrar.
Me he reencontrado con la vieja Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense. Y allí, antes de marchar, saludé a los fantasmas del ayer. Baile con los sueños perennes del hoy. Me despedí de los delirios del mañana, que alguna vez forjé en ese lugar.
Allí, confirmé que la nostalgia aún no quiere acompañarme cuando mis pisadas hacen eco por los pasillos cercanos a la cafetería. Los recuerdos todavía no han querido sentarse conmigo a tomar un café o una caña -tal vez- en el césped. Mientras, la desolación y la incertidumbre se han ofrecido para guiarme hasta la salida. Educadamente me han aconsejado que disfrutará del atardecer otoñal del exterior. Saben que me gustaba, al menos antes era así. Saben que ellas no, al menos por ahora. Saben que volveré para echarlas, al menos, otro día.

viernes, 15 de octubre de 2010

El Diván de Marlyn


Puntualmente. Y en base a un tiempo no predifinido ni autoestipulado de antemano, suelo tener una terapia...

Es gratis. A priori. Porque en realidad es a cobro revertido. Me explico. Es una terapia puntual conmigo misma. En momentos de soledad o pausa en este "vivir deprisa" que tengo instaurado como modus operandi.

En esos ratos, marcados por un tiempo a convenir entre neurótico (entiéndase yo misma) y terapeuta (entiéndase yo misma). Me imagino en un diván como en el que se sentaba Marlyn Monroe (que según he leído se va a subastar en breve) y hablo rollo peli Woody Allen (neurótico por excelencia. Perdón, neurótico neoyorquino por excelencia -entiéndase, los de NY City ya son neuróticos de nacimiento-).

A lo que vamos. En ese diván ficticio me pregunto las dudas existenciales que planean por mi cabeza. Como los aviones sobre la Castellana en el Día de la Hispanidad -con abucheos a Zapatero incluídos- (por aquello de actualizar). ¿Y, qué se pregunta un yo a otro yo?:


- Bueno, Lourdes, ¿cuánto tiempo?

- Sí, demasiado. Demasiado poco, tal vez, desde la última vez.

- Nunca es demasiado.

-Siempre es suficiente.

- Hágamos un flashback a la última vez.

- ¿Flashforward?

- No, Flashback. (Anota el terapeuta: demasiadas series norteamericanas en su cabeza)

- Bien.

- ¿Estás bien?

- No, para eso acudo a tí -permítame la confianza, pero nunca fuí de ustedes en un tú a tú conmigo misma-. Lo que le decía, prosígamos con este CSI, perdón, flashback, que aún no he visto a Grissom/Langston o a Mac Taylor en estos lares. (Nota de la escritora: nunca fuí de CSI Miami)

- Bien... (subraya dos veces con Edding rojo -el terapeuta-: "demasiadas series norteamericanas en su cabeza".

- Le actualizo si me permite adelantarme. El tiempo es oro, y aunque no cobre, el tiempo sigue costando lo mismo, en euros, pesetas, un truequue o segundos-. Tengo 24 años. En menos de un mes cumplo 25. Sí, un cuarto de siglo. ¡GUAU! ¿Quién lo pillará? Depende. Depende de lo que uno quiera y busque en la vida. Siempre me he caracterizado por crear mi día a día y por el Carpe Diem. Pero creo que es un momento lynchianamente incierto el que me toca vivir.

- ¿Por qué?

- Porque una cosa es lo que quiero yo -que ni lo sé-. Otra lo que espera la sociedad -anclada en el año 5 antes de la Burbuja Inmobiliaria o la Crisis Peor que la del 29-, y otra... lo que dicta la vida.

- No la entiendo.

- Ni yo.

- Por favor. Coopere. Explíquese.

- ¿Qué me explique? Bien. Le expongo un tipo test. Opción A: La sociedad Antes de la Crisis Peor que la del 29, a medida que te acercas a los 30 años, (me considero ya en los 25), espera de tí que empieces a encauzar tu vida, tener un trabajo estable, un lugar estable, una pareja estable, y unas aspiraciones de formar en 5 años más, como muy tarde, una familia estable.

- Pero, los tiempos cambian...

- Déjeme seguir... Opción B: ¿Qué esperaba yo a esta edad? No lo sé muy bien, porque de pequeña quería ser médico, pero cuando me dí cuenta de que en el momento que una aguja atravesaba mi piel yo ya tenía girada la cabeza. ¡Qué le voy a decir! Fuí realista y ví que eso no era para mí.

- ¿Qué esperaba?

- No te impacientes. La medicina, obvio que no. Aún así, no me meta prisa, que pago yo, y me explico yo. Prosigo: Opción C: al menos esperaba tener algo estable. Y cuando digo "algo", me refiero a: un trabajo, un lugar, una pareja, unas aspiraciones a formar algo en un futuro.

- Y...¿no lo tiene?

- NO.

- ¿Por qué?

- (Realidad D): Porque lo que dicta mi vida en este momento es que una persona con una carrera, un máster, idiomas, ganas de trabajar, de aprender y de luchar por un futuro estable es un estorbo en la sociedad. Porque todo lo que sea gente inestable -entiéndase con la carrera sin terminar, embarazada justo ahora, o de paso- es mucho más barata y estable que yo.

- Vaya.... me ha dejado sin palabras.

- Yo me quedé sin ellas hace tiempo. Verbales, digo.

- ¿Cuál es la solución?

- Vengo a TÍ para que me la muestres.

- Tal vez, pensar que si sales de esta, sales de todas.

- Tal vez...-pero no sé... aún así, no se. no te equivoques, no es que quiera asentarme, tener hijos, vivir en un lugar para siempre...

- Eso a día de hoy es más que un tal vez.

- Puede ser... Aún así, no me des las gracias.

- No pensaba hacerlo.

- Tal vez algún día.

- Quién sabe. Tal vez. ¿Por cuánto subastaban el diván de Marlyn?


**Después te este texto, recomendado, escuchar la canción de Cuándo Éramos Reyes (Quique González)

jueves, 23 de septiembre de 2010

Un par de divagaciones otoñales



Vísteme despacio que tengo prisa
Sales cinco minutos más tarde que de costumbre para coger ese tren que te deja en esa parada de autobús que te lleva a tiempo a tu trabajo. Esos cinco minutos tarde son todo un riesgo y aunque parezca que no, de ellos depende llegar a tu hora o llegar tarde. Como se suele decir estás al filo de la navaja. A priori no debe pasar nada... Ningún día ocurre nada en ese camino de casa al tren. Se cruza alguna persona en tu camino y te hace parar tu ritmo acelerado. Se para algún curioso turista a tomar una foto y vuelves a parar tu ritmo desenfrenado. O te para algún semáforo en rojo en seco sin dilaciones -por áquello de no ser atropellado-. En resumen, lo normal. Con eso contamos. Vamos sin cinco minutos de más, por lo que deberías tener un par de paradas menos. Sales de casa. Se cruza el primer despistado en tu camino. Va uno. Se para el primer turista curioso a tomar una foto típica sin ninguna curiosidad. Dos. El primer semáforo en rojo te hace parar. Seguimos. Una mujer mayor tropieza y cae a tus pies. La levantas y sigues. El vendedor de ... de... ¿de qué coño era? El caso es que te para con el fin de venderte algo que no te interesa pero te resta 30 segundos. Jóder. Una nueva persona se vuelve a cruzar. A esto añade que delante tuya camina un matrimonio que anda a un ritmo demasiado lento y no hay manera de adelantarles...¡¡Vamos!! Vas por la calzada. Arriesgas la vida que proteges en los semáforos por superarles. Sigues caminando. Ya falta menos. No quieres mirar el reloj porque te asusta ver la hora. Aún no. Estás llegando. ..... ..... ¿Cómo? Alguien te toca el brazo. Un viejo amigo. Un amigo al que adoras. Al que ves poco. Y con el que compartes 3 minutos acelerados en los que dices de todo y nada. Te quedas con más ganas de verle que antes y vas con 3 minutos menos. ¿Llegaré? Ahora sí. Toca mirar la hora...

El arte de acortar palabras
Los de la RAE están muy enfadados desde hace tiempo. Concretamente desde que aparecieron los teléfonos móviles. Aún más concreto, desde que los jóvenes empezaron a poner de moda lo de acortar las palabras en los SMS para ganar espacio y ahorrar dinero. (En el fondo todo es culpa de la economía y la crisis. Hasta la incultura). A lo que íbamos. Desde que a un adolescente le dió por poner tb en vez de también, q en vez de que, ola en vez de hola... Y luego uno le copió y otro también. Y todos empezamos a acortar palabras, para ganar espacio y ahorrar dinero. Y los de la RAE empezaron a trinar porque cada vez damos más patadas a su ilustre diccionario y nos volvemos más analfabetos. Pero... no todo es tan malo. Tiene tintes románticos esta historia. Si pensamos en las palabras que acortamos es fácil darse cuenta que son las que más empleamos. Y para mí es todo un arte o por lo menos un orgullo poder decir que TE QUIERO es una de las más acortadas. Hasta mi madre sabe lo que es un TQ. ¿Véis como no es tan mala la tecnología queridos académicos?

jueves, 2 de septiembre de 2010

El primer día del resto de su vida


Se despertó sobresaltada. Una vez más, su primer minuto del día iba dedicado a los ecos de una pesadilla. Su desayuno era una tostada bañada en lagunas etílicas, y un café con sabor a resaca de domingo estival. Su primer paso tras bajar de la cama, lo hizo apoyando todo el peso de su dolorido cuerpo en el pie izquierdo. Sus primeras palabras se tornaron en susurros ahogados en llanto tras ver su rostro en el espejo. Las primeras imágenes grabadas en su retina fueron las fotos con forma de daga esparcidas por el suelo de su dormitorio con los rostros de aquellos a los que antaño había querido. De todos aquellos que ya no reconocía.

Al despertar, siempre se prometía que ese sería el primer día del resto de su vida. Al acostarse, siempre rezaba para dormir eternamente y no amanecer nunca más.

Pero aquel 13 de septiembre fue direrente. Se acabaron las promesas imposibles nacidas con el único fin de ser profanadas al caer el sol. Salió a la calle vestida de ella misma o de algo parecido a un ser humano. Olvidó voluntariamente la coraza color púrpura, que hacía las veces de abrigo cada mañana. Abandonó los tacones de punta afilada y sonido hermético en el vestidor. Tiró a la basura el colorete que bañaba sus mejillas de otoño y la sombra de ojos que teñía sus párpados de oscuridad. Tomó el ascensor.

Descendio desde el intermitente y frío purgatorio que era su piso, hasta el infierno de asfalto y contradicciones que era la gran ciudad. Caminó sin rumbo con más sentido de la orientación que nunca. Saludaba a la gente con la sonrisa más cruel y triste que jamás haya existido. Su ritmo estaba marcado por la prisa para llegar a tiempo a ninguna parte. Al llegar la noche, paró.

Encendió un cigarrillo caducado y desteñido por el humo del anterior. Dió un largo y doloroso trago a su petaca de wodka para aumentar su sed. Escribió en su libreta el pensamiento más razonable e ilegible de los que en mucho tiempo había anotado. Midió detenidamente el transcurrir del tiempo a través de las manecillas de su reloj sin pila. Y esperó.

Comenzó a avisar el sol de su llegada con destellos afilados y rayos sombríos. En ese mismo instante, por primera vez ella lloraba rabiosa de alegría después de mucho tiempo, orgullosa del dolor inmenso y punzante que la azotaba con cada nueva ráfaga de luz. Su rostro era un remanente de paz que emanaba las más profundas penurias de su interior con un solo vistazo. Su pulso era el más acelerado y lleno de vida de aquel que está a punto de perderla. Se lanzó al mar.

Con cada golpe de las olas se iban todas las promesas creadas para no ser cumplidas. Con cada trago de agua se marchaban las imágenes de todos aquellos que no debía haber querido. Con su última exhalación se borraron todos los días del resto de una vida que nunca quisó ser creada.

jueves, 19 de agosto de 2010

Llueve sobre mojado


Cuando llueve sobre mojado, es la misma lluvia sobre la acera, pero nunca en el mismo lugar.

Cuando llueve sobre mojado, es agua caída del cielo, pero nunca con la misma intensidad.

Cuando llueve sobre mojado, siempre cae de arriba hacia abajo, pero nunca la misma humedad.

Cuando llueve sobre mojado, es una gota tras otra, pero nunca huele igual.

Cuando llueve sobre mojado, no deja de llover, de ser más de lo mismo, pero si llueve mucho, el vaso se puede colmar.

lunes, 2 de agosto de 2010

SÍ QUIERO (para toda la vida)


Es una historia de amor como otra cualquiera. Siempre tendemos a creer que nuestra historia es la más bonita. La más especial. Es... LA HISTORIA. Pero no...hay muchas. Están las estereotipadas, las de clichés de toda la vida, las raras por excelencia...y así..un largo, larguísimo etcétera. La mía, es una más, pero no deja de ser una menos. No es con una persona del sexo contrario, pero tampoco del sexo opuesto. Es con la vida...

No, no es momento de reírse. Mi historia puede ser tan digna o tan indigna de ser contada como tantas comedias romanticonas, taquilleras y absurdas de Hollywood...

Es una relación. De amor-odio-. Ya se sabe. Hoy te quiero, hoy no...y así..muchas veces, la verdad. Pero, ¿cómo rompes con la vida? Si ya es difícil decir "adiós" a alguien o "no te quiero" a una persona...agárrate los machos y...díselo a la vida. O mejor. Pídele un tiempo a la vida. A ese huracán diario de segundos, minutos y horas. No vale eso de: ¡qué pare el tren que yo me bajo!...No. No vale.

Tampoco puedes consolarte pensando que es un braguetazo(y nunca he sido ni seré amiga de ellos...), pero ¿a la vida? ¿cuándo nos asegura todo? NUNCA.

En fin. Si aún fuera rollo Bonnie and Clyde...pero ni soy Bonnie, ni la vida es Clyde. Ni soy Norma Desmond, ni la vida es Snset Boulevard. No me vale.

¿Qué haces? Un eterno matrimonio de conveniencia. Pero sin buscar ni querer papeles. Ni tan siquiera vivir. Es un cheque en blanco. Una firma hacia la eternidad. Lo tomas o lo dejas. No hay otra. Esta es mi relación de amor. O vives. O la vida aparte de ponerte los cuernos, te hará infeliz.

Imagino que alguien en el momento en que nacemos viene y nos pregunta si..."queremos ser felices, fieles y bla, bla, bla...hasta que la muerte nos separe, alegrías y penas de por medio", pero yo sinceramente, no me acuerdo...en qué maldita hora dije que SÍ a áquello...No volveré a decir: SÍ QUIERO. O lo pensaré muy mucho y NO desde una PLACENTA o cuna de bebé recién nacido (y ochomesino...).

martes, 20 de julio de 2010

Pinceladas aleatorias


Sobre señoras que empujan carritos

Siempre atraen mi mirada las camisetas con el dibujo de la evolución del hombre. Y siempre me hacen reflexionar. Al igual que los carritos. Me explico. De pequeños -hombres y mujeres- vamos sentados en un carrito mientras nos llevan, generalmente nuestro progenitores. A una cierta edad son esas madres que iban sentadas, las que cambian de lugar y llevan a sus hijos. Cuando los hijos crecen, estas mismas madres llevan otro carrito, el de la compra, el del super... Más adelante llevan otro carro, en concreto una silla de ruedas en la que van sentados sus padres, esos que inicialmetne las llevaban en un carrito de bebés. Y tal vez, en un futuro, sean los hijos, esos que llevaban en un carrito, los que las acaben llevando en una silla de ruedas. ¿Evolución?


Sobre las uñas de las mujeres

No es que la entrada de hoy vaya sobre mujeres por elección propia, es mera casualidad. Vayamos a las uñas. Fíjense -preferentemente en verano- en las uñas de las mujeres. Solo mirando las uñas -no una visión genérica de los pies- se puede entresacar algún dato de la portadora. Me explico. Las extranjeras -generalmente nórdicas -suelen llevar las uñas pintadas de colores llamativos. Cuánto más chillones mejor. Las orientales destacan por discretos colores y una manicura de lo más cuidada, tanto en pies como en manos. Las sudamericanas siempre suelen llevar las uñas pintadas. Y casi siempre de colores cálidos, preferentemente de rojo. Una amplía gama que va desde un granate tirando a marrón, hasta un rojo escarlata. ¿Las españolas? De todo un poco. Nos alejamos de los chillones, nos acercamos a los colores cálidos, y nos atrae tanto un tímido brillo transparente, como una manicura cuidada, pero no tanto como la de las orientales. Ya se sabe, para gustos... uñas.


Sobre la eternidad de los libros

El dinero de cada uno, es de cada uno. Y por este motivo, puede gastarlo en lo que le venga en gana. Hay gente que tiene como debilidad la ropa. Algunas mujeres se pierden por los bolsos, otras están enfermas por los zapatos -veáse Carrie en Sexo en Nueva York-, algunos hombres coleccionan coches de alta gama -veáse un documental portugués sobre Cristiano Ronaldo-, y así un largo etcétera.

A mí me pierden los libros. Sí, existen bibliotecas. Lo sé. También está el E-Mule y compro algunos CD´S. Pero volviendo al tema inicial, a mí me gusta comprar mis libros. Leerlos y colocarlos en mi estantería. Para prestarlos en un futuro, releerlos pasado mañana o simplemente para conservar el soporte material de esa historia que durante unos días hice mía. O simplemente, porque la escritura es eterna y a mí me hace ilusión tener un trocito de eternidad en la estantería de mi habitación.


Sobre la calidez de las vías

Ya sea porque así nos lo han transmitido las películas o por las luces y sombras que las caracterizan, las estaciones tienen un halo mágico. Un tren. un autobús... una vía, un andén, son sinónimo de despedida, de reencuentro, de pasado, de presente, de vida, de muerte. Es la historia de esas cuatro paredes que tienen mil historias que contar cada día. O eso parecen transmitir. No ocurre lo mismo con los aeropuertos, o por lo menos a mí. Será porque las historias mundanas no llegan con tanta facilidad a los cielos.

domingo, 18 de julio de 2010

Un día de tu vida a cambio de otro...


Es el argumento de una película que no revelaré. El protagonista hastiado de su rutinaria realidad recurre a un mago para volver a su "vida" anterior durante un solo día, a cambio de ceder cualquier otra jornada de su existencia pasada. Algo así como le ocurría de manera algo más tormentosa al protagonista de la película Efecto Mariposa -encarnado por Ashton Kutcher-, que con su cuaderno a cuestas y bolígrafo en mano, deshacía pasado, presente y futuro con mayor o menor acierto. No quiero complicarme. Me quedo con una idea: cambiar un día de tu vida, hacerle desaparecer o volver a un momento. ¿Cuál sería? ¿Qué habría cambiado? ¿A mejor? o... ¿a peor?


No me refiero a grandes cosas ni decisiones importantes... Tal vez esa noche en la que no diste tu teléfono a ese chico que te gustaba. Quizás ese viaje de fin de semana que rechazaste por pereza. Esa mañana en la que el despertador sonó a su hora, pero no fue suficiente para hacerte despertar. Esas pequeñas cosas que cambian el rumbo de nuestra vida. O puede que no. Pero nunca lo sabremos.


Escribe -porque la escritura es eterna- el fallecido Saramago en El Viaje del Elefante que: "Siempe acabamos llegando a dónde nos esperan". Aún no he terminado el libro, pero intuyo que Saramago creía en el destino.


Yo no sé en lo que creo. No soy amiga de arrepentirme de lo hecho, porque ya no hay vuelta atrás, pero...y ¿de lo no hecho? ¿no dicho? ... ¿También está tocado por la varita del azar y del destino?


Si hay algo cierto es que nunca sabré lo que hubiera ocurrido si esa noche hubiera dado mi teléfono a ese chico que me gustaba. Si hubiera hecho ese viaje de fin de semana obviando la pereza. Y si hubiera hecho caso al despertador aquella mañana.


Dicen que esto es así. Es la vida. A mí me parece un crucigrama. Y los crucigramas me aburren. Siempre fuí más de Sudokus...

viernes, 16 de julio de 2010

No aprenderé...


No aprenderé a muchas cosas. Por este motivo ya he concluido que tal vez no quiera aprender.


No aprenderé a vivir más despacio o menos deprisa, porque cuando paro, todo mi mundo se me viene encima.

No aprenderé a no coger cariño a la gente que me rodea, porque cuando parten, también lo hacen con mi alma en dos.

No aprenderé a controlar el tiempo y los días, porque cuando me doy cuenta, ha pasado un año que en mi calendario solo fue un mes.

No aprenderé a quitarme la coraza, porque si lo hago, me quedo desnuda ante el mundo y tengo miedo a coger un resfriado en el corazón.

No aprenderé a cumplir todo lo que digo y prometo, porque si lo hago dejaré de ser ese pequeño desastre manifiesto que soy yo.

No aprenderé a decir cada mañana te quiero a los que me han dado la vida aunque quiera, porque si lo digo, esas palabras perderán sentido.

No aprenderé, no aprenderé, no aprenderé...y ya me doy por pérdida...pero me encuentro en este mar de incertidumbre que soy yo.

lunes, 28 de junio de 2010

Fútbol a raudales


Me gusta el fútbol. Por eso disfruto cuando a cada paso que doy me empapo de él -y no porque reciba balonazos...-. Hay fútbol en las calles, en un banco cualquiera, en todas las cafeterías, en cada marquesina, en ocho anuncios de diez, en dos canciones de cuatro. Y a mí eso me gusta.

viernes, 28 de mayo de 2010

Una barrita de aceite para desayunar.


Rodeada de cafés sobrevolando mi cabeza iniciaba la mañana en mi cafetería de Avenida América. Hay quién pide un orujo para desayunar, hay quién prefiere un clásico café con leche en taza, hay quién opta por acompañarlo con un bollo, otros con barritas de aceite. Me pregunto si los desayunos de cada persona cambian según el día. O tal vez cambien cada año. De un café solo se pasa a un café con leche. De un café a secas a un desayuno -tal vez una barrita de aceite-, de un desayuno a un orujo u otra bebida sin cafeína. Sí, creo que cambian cada cierto tiempo, según la vida, según la edad.

Hasta los veinte el atrevimiento y los impulsos marcan nuestro sino en las decisiones. Superada la veintena la razón empieza a ganar espacio al atrevimiento en nuestra cabeza. Las experiencias vitales acumuladas están ahí. En base a ellas los muros personales son más o menos infranqueables. Pero si algo hemos aprendido es que la vida no funciona como en las películas. Existen palabras como el orgullo, la dignidad, el miedo, el dolor. Pequeñas barreras que calman nuestros espasmos quinceañeros. Los pasos mal dados siguen existiendo. Pero cada vez pensamos más dónde y cómo pisamos. Seguimos teniendo todo el tiempo del mundo. O al menos el tiempo sigue siendo el nuestro. Pero no queremos tener tiempo para dejar en errores. Vamos pasando de un atrevido café solo a un tibio café con leche.

Lo próximo, el desayuno. Café con bollo o, tal vez, una barrita de aceite.

jueves, 13 de mayo de 2010

Sobre Cosas Innatas y el Ángel Negro


Apreciación 1

Hay sentimientos que somos incapaces de controlar. Los irracionales. Los innatos. Es fácil distinguirlos, son aquellos que salen de dentro cuando menos se esperan. Pueden dejarse ver de distinta manera; bien en forma de reducimiento momentáneo del estómago, bien como un ligero escalofrío, una explosión de adrenalina, una lágrima inesperada... Y por mucho que se intente, no, no se controlan.


A mí esto me ocurre, por ejemplo, con el fútbol. Sí, habrá gente que lo vea como una tontería, como algo banal. Para mí no lo es. Respeto. Me gustaría poder controlar mis estallidos de furia, mis dosis de rabia e impotencia o mis llantos incontrolados. Pero me resulta imposible. Al igual que también lo es cambiar de equipo, por aquello de intentar no "sufrir" tanto o "disfrutar" el triple. Pero, no. Por este motivo, cuando ayer veía a los Atléticos felices, cuando hoy me sumergía en las páginas del Marca, leía los elogios a los colchoneros y las fotos de la euforia, me daba envidia, envidia sana y un cierto atisbo de tristeza. Quién sabe, tal vez el domingo esta envidia -sana, reitero- se convierta en rabia o impotencia. En fin, cosas innatas.


Apreciación 2

Quiero dar las gracias a ese ángel negro, caído del cielo, con voz privilegiada, que derrocaha simpatía en una de las esquinas del metro de Avenida América. Gracias por hacerme sonreír a mí también cada vez que paso por ese lugar rumbo al intercambiador. Da igual cómo haya ido el día. Siempre se dibuja una mueca feliz en mi rostro. No es el que mejor canta, ni tan siquiera toca, tampoco baila. Pero sí transmite simpatía y buenas vibraciones. Eso no es fácil. Y por eso, gracias.

domingo, 9 de mayo de 2010

Siete vidas como los gatos

En ocasiones tengo la sensación de que estoy de
vuelta. De vuelta de todo - de mi todo. Seguramente en esas ocasiones este cansada, cansada de vivir -de vivir mi vida-. Posiblemente en esas ocasiones tenga ganas de huir de aquí -de mi aquí y ahora-. Sin embargo, en esas ocasiones, me pregunto si no sería posible tener siete vidas -siete vidas como los gatos-.
No hablo de volver atrás y desandar lo andado. No me refiero a cambiar lo experimentado. No pretendo mejorar lo hecho. No quiero tratar el arrepentimiento, porque para mí es sinónimo de cobardía. Es injusto. Es renegar de uno mismo y eso no debe hacerse nunca.
Imaginemos que tenemos la posibilidad de reinventarnos cada "x" tiempo. Un total de siete veces. De trasladarnos a otros aquí y ahora, de cambiar ese todo y continuar la vida con lo aprendido, pero desde otro ángulo. Desde otra perspectiva. Otra nueva vida. Manteniendo parte de lo anterior. Desprendiéndonos de aquello que impide romper con el pasado. Vivir por vivir. Simplemente. No vivir por cumplir. Siete veces, siete vidas, como los gatos...

martes, 13 de abril de 2010

Sueño. Luego, Vuelo.



Siempre es así. Primero un terremoto interno. Después cierro los ojos. Sueño, corro, huyo, me voy lejos... Soy libre. Vuelo.

Hay dos cosas que me gusta hacer por encima de cualquier otra: soñar y viajar. La primera la hago a menudo y con mucha facilidad. La segunda siempre que puedo, aunque menos de lo que me gustaría, ya que mi bolsillo no siempre lo permite.
Conjugar ambas es una mezcla explosiva a la par que atractiva. Generalmente su unión viene precedida por días inciertos y desconcertantes. El ritual siempre es el mismo. Cierro los ojos. Busco en mi memoria las fechas del próximo fin de semana, el puente más cercano, la fecha más inmediata y factible. Seguidamente abro un buscador de vuelos. Elijo como ciudad de origen, casi siempre: Madrid (Barajas) -por cercaría y realismo-. Siguiente paso y el más electrizante, ciudad de destino, pensemos, tal vez, Nueva York (JFK).
El buscador comienza a pensar... Aparecen los precios, horas de salida, de llegada, las escalas. Escojo mi vuelo y empieza el sueño. Preparo mis maletas. Casi siempre voy ligera de equipaje. Casi siempre soy yo misma la parte importante y una tímida maleta de mano de acompañante. Pasaporte. Control de Seguridad. Tarjeta de Embarque. Instrucciones de las azafatas. Saludo del comandante y rumbo a las alturas. Me imagino llegando a mi destino. Respirando otro aire. Sintiendo otra brisa cálida a mi alrededor. Recibiéndome una noche naranja y una luna resplandenciente y baja con forma de pomelo. Sigo soñando.
Si conozco el lugar de destino, sé por dónde pisar. Las calles por las que pasear. Dónde tomar un café. Dónde parar. Sino, tiro de Google Earth y me hago una nítida idea. El resto, imaginación.
Quizás toda esta parafernalia simplemente sea una manera infantil de escapar. Una forma de huir de esos días inciertos y desconcertantes. Seguramente su planteamiento solo busqué alejarme de una realidad que en este preciso instante me oprime y detesto. La excusa perfecta para no crecer y aprender a afrontar lo adverso del camino llano y asfaltado. Por eso vuelo.
Pero al menos así, me siento libre, me siento fuerte. Mi ser se desvanece cuando se entremezcla con las nubes y lo que queda de él atravesando las alturas es fuerte como una roca. Me como el mundo. Aunque solo sea soñando. Aunque solo sea viajando. Pero solo por eso elijo sueño, y después, vuelo.

viernes, 9 de abril de 2010

Me he vuelto a enamorar


Me he vuelto a enamorar. Una vez más he vuelto a reincidir y como una colegiala me he dejado atrapar por tus brazos de alquitrán, tus luces de cristal, tu cielo encapotado, tus túneles internos, tu vida de calle... por tí.

Tal vez nunca dejé de quererte. Esta es la verdad. Recuerdo aquel septiembre de 2003 en el que comenzamos a conocernos en serio. Yo paseaba tímida e indecisa por tus arterias con fachada de calles. Me sentía extraña, desubicada, más bien, pero no puedo negar que este desconcierto tenía su encanto, hasta tal punto, que acabó convirtiéndose en una adicción.

Con el paso de los días, los meses y las estaciones nos fuímos jurando amor eterno con la boca pequeña. Superado el estado de obnubilación pertinente, fruto de la novedad, vimos que lo nuestro iba en serio. Ese querer y no querer formaba ya parte de nuestras vidas. Sin embargo, ingenua de mí, seguí creyendo que esa magia tal vez se la debía a los otros, a los que también entregaba mis días y con los que inevitablemente me acercaba aún más a tí. Cada rincón tuyo me hacía saborear un buen momento, un gesto de sorpresa más, un estado de expectación diferente y aún más sobrecogedor que el anterior. Pero no tardé en descubrir la otra cara, la de las tormentas internas, desengaños bañados de melancolía, sueños truncados sin haber empezado, gritos ahogados por tu ruido y sin tu calor. Siempre con los otros. Siempre dentro de tí. En ese preciso instante fuí consciente de que los otros no eran justificación. Habían dejado de serlo definitivamente en el momento en el que muchos de ellos se exiliaron y de nuevo nos quedamos tú y yo, cara a cara, una vez más.

Antes de esa nueva prueba de sinceridad, nos fuímos infieles consentidamente, obligadamente. Yo decidí coquetear con otras ciudades, amenazé con renunciar a tí de forma definitiva, me llené la boca de falacias y juré no volver jamás. Entiéndeme, el dolor no se cura con las noches etílcias de tus calles. Demasiados recuerdos en la mente como para ser ahogados en una copa de JB con un chupito de tequila. No quería engañarte a tí, no quería engañarme a mí. No era el momento.

No debo reprocharte nada. No entra en nuestros planes. Pero también conozco tus devaneos con otras almas nocturnas y soñadoras a las que intentaste capturar con tu olor a asfalto y tu música de barrio.

Una vez más, este otoño, volvimos a encontrarnos. Me acogiste con tu garra de acero y ruido sin darme tiempo para reaccionar. Volvimos a hipnotizarnos y aquí estamos una vez más. Yo enamorada de tí, de tus días y tus noches, tus sonrisas sinceras y tus alaridos desgarradores. Y tú, rascando lo que queda de esa niña soñadora que decidió crecer a tu amparo y ahora no sabe vivir sin tí, por mucho que lo niegue.

Lo sé, lo sabes. Aún no nos hemos entregado del todo. Aún no hemos dado ese paso decisivo con vuelta atrás. Pero sabemos que no tardará en llegar. Una vez más el desconcierto con envoltorio de encanto nos atrapará y seguirá esta carta de amor eterna, esta unión inquebrantable que ya nadie podrá romper. Simplemente porque tú ya eres parte de mí, yo soy un trozo más de tí.

Quizás vuelven las infidelidades pasadas en forma de futuro con otras ciudades y calles. O tal vez, simplemente sea infiel a todo el mundo por fidelidad a tí. Hoy necesito decírtelo.

Te Quiero Madrid.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Llegan Vientos de Tormenta... Huele a Primavera


En la primavera soy débil. Su inestabilidad temporal hace que mi equilibrio emocional sucumba. El torbellino de aromas, colores y cambios de temperatura me acaba arrastrando hacía lo más profundo de mi fuero interno enfrentándome con mis filias, fobias y temores. Por eso odio esta estación, porque con su cambio de ritmo se desplega ante mí un manual de dudas sin resolver. Porque en primavera me siento desnuda y desangelada en medio de la noche. Solo por eso... te odio, un año más. Y ya van 24...


A lo largo de nuestra vida aparecen numerosos interrogantes en nuestro camino. Muchos de ellos los derrumbamos sin apenas quererlo. Otros se esfuman con el tiempo. Algunos permanecen durante un periodo determinado -realmente, el que nosotros deseamos-. Pero ciertamente, hay algunos que por más que nos empeñemos nunca no serán desvelados. Sí. Estos son los peores. Los que nos hacemos a nosotros mismos.

Sigo sin entender por qué reniego de los números pares en todas sus vertientes, mientras que adoro los impares en todas sus formas ¿Manía? Sigo sin comprender por qué odio la Navidad. Que yo recuerde ningún reno de Papá Noel, Rey Mago o incluso el mismísimo Niño Jesús me han hecho nada hasta la fecha. Pero aquí llega mi odio más inexplicable. Mi repulsa hacia la primavera.

A una servidora dicha estación no la altera la sangre, hace que me hierva. Llega el 21 de marzo y por más que evite el calendario sé que el olor a flores frescas intenta atraparme. Ocurre lo mismo con los domingos. Es el único día de la semana que no pasa desapercibido. Los domingos, uno se levanta y sabe en qué punto de la semana se encuentra. Esto no ocurre un miércoles o un martes. Solo los domingos.

Pero, volvamos a mi estación predilecta. Situémonos en febrero. Algo en mí comienza a barruntar la llegada de la primavera, mejor dicho, a temer. No cambia nada que el tiempo no acompañe como ocurre este año. Podríamos pensar que estamos en invierno...pero, no. Es primavera. Intento evitar el calendario. Trato de poner la mejor de mis sonrisas cada día ante su llegada. Me preparo, simplemente, para que no me pille desprevenida. Pero, siempre me acaba derrumbando.

¿Por qué? Tal vez porque en primavera siento que debo salir a la calle corriendo y disfrutar del entorno que me rodea. Porque me siento obligada a ser feliz por los días de sol y buen tiempo que se avecinan. Porque tengo que sonreír al ver como la gente -generalmente parejas- disfrutan tirándose en el césped más cercano. Porque debo agradecer que los días sean más largos. Porque, porque... ¡no! Esto no se lo debemos a una estación. ¡no!

No disfruto teniendo más horas de luz porque soy un animal nocturno. No quiero disfrutar del entorno que me rodea porque no llueve. Es más, disfruto mojándome bajo una tormenta invernal. No disfruto observando a parejas besuconas en los parques. No me agita el corazón un sol más constante. Nací en otoño y a dicha estación le debo mi llegada al mundo.

Amo el naranja otoñal. Adoro el gris invernal. Admiro el amarillo estival. Pero reniego del lila primavera.

viernes, 26 de marzo de 2010

Iniciación Al Poker


No se atreve a apostarlo todo aunque tiene de nuevo las mejores cartas.

Ya ganó una vez. Todavía lo recuerda. Aquella noche estaban los mejores. fue demasiado facil.

Jugó porque si perdía no perdía tanto. Ahora, en cambio, todo parece diferente, con el bolsillo lleno de monedas no se vuela tan alto. Millonario, pero todavía jugador amateur, todavía huele a farol la escalera que tiene entre las manos.

Esta noche no es su noche, la mesa está llena de millonarios y de principiantes.

Ahora lo sabe, fue solo un golpe de suerte. Quien se fía solo de la suerte, en realidad, no se fía tanto. Las cartas sobre la mesa. No ha perdido mucho pero, una noche más, hubiera ganado.

martes, 9 de marzo de 2010

Quiero ser como "El Nota"


La gala de los Oscar del pasado domingo no destacará por ser diferente al resto. Fue como casi todas: previsible. La mayor parte de estatuillas doradas ya tenían dueño antes de la ceremonia. Las quinielas volvieron a acertar -podría ocurrir lo mismo con las de fútbol-. Todos los pronósticos se cumplieron y el duelo "ficticio -morbo" entre Avatar de James Cameron y En tierra hóstil de su ex mujer Kathryn Bigelow, no lo era ni para ellos, ya que el director de Titanic celebró los premios de su ex con más ilusión que los propios. La explicación es sencilla, los Oscar dan prestigio, sí, pero el dinero lo da la taquilla... y de papeles verdes ya ha llenado sus arcas el canadiense, y de Oscar, dicho sea de paso, también...aunque no con sus seres animados, sino con el trasatlántico más conocido de la historia. Y Bigelow, sí, se llevará la satisfacción de ser la primera mujer en ganar este premio, pero su tierra hostil, seguirá siendo poco fértil en taquilla...como hasta ahora.


De la gala... no mucho más. Meryl Streep volvió a llenar la pantalla con su amplia y cálida sonrisa a pesar de no llevarse el premio, pero no importa, sigue siendo la eterna nominada y eso ya es mucho. ¿Nadie la hace sombra? -pensará...-. En cambio el premio se lo llevó Sandra Bullock, sí, la que un día antes fue galardonada con los anti-oscar en la cateogría de peor actriz...cosas de Hollywood.


Penélope sabía que no era su año y decidió disfrutar de la gala y de su novio macho ibércio -entiéndase, Bardem-. Ben Stiller volvió a "hacer de payaso" para suerte de todos. Steve Martin y Baldwin hicieron una conducción de la gala digna, aunque permítanme que me quede con Buenafuente en los Goya. Campanella desbancó al gran Haneke en la categoría de mejor película extranjera. Tarantino y sus Malditos Bastardos pasaron con más pena que gloria por el Teatro Kodak. Y Jeff Bridges....sí, siempre nos quedará "El Nota".


El carismático personaje de El Gran Leboswki de los Coen se llevó un merecidísimo Oscar a mejor actor y tal vez a su carrera profesional. Yo me alegro, porque a pesar de la poca capacidad de sorpresa de la meca del cine, siempre nos quedará gente como él, como Bridges, como "El Nota".

jueves, 4 de marzo de 2010

Historias Mundanas


Faltan cinco minutos. ¡Vamos, deprisa! El cansancio oprime mi cerebro. Necesito llegar a casa. No puedo perder el autobús. Sería un suplicio tener que esperar hasta el siguiente. Hoy no. Precisamente hoy no... Es la última parada de metro. República Argentina y Avenida América. No hay fallo. No voy a mirar el reloj. Llego, lo sé. Tengo que llegar... ¿Por qué estamos parados tanto tiempo? Apenas unos centímetros me separan de la estación... ¡Bien! Sonó el pitido. Al fin se cierran las puertas...¡Cuánta gente va hoy en el vagón! Sería terrible padecer claustrofobia... Al menos aquí... Ya estoy, ya estoy... Tocará correr hacia el intercambiador... Vamos... ¡Qué fatiga! Y las escaleras mecánicas no funcionan... Toca correr literalmente... ¡Perdón! (Odio chocarme con la gente... a veces mi cuerpo es vapuleado hasta cinco veces en menos de diez metros...) ¡El autobús! ¡Aún está ahí! Llego, llego... Buf...


Todos los días sale a las ocho de trabajar. Es puntual para entrar. También para salir. Y más hoy que hay partido. Hasta que llegue a casa tocará peregrinar por varias líneas de metro. Línea 10 hasta Gregorio Marañón. Linea 7 hasta Avenida América. Este transbordo es el peor. No por la distancia entre ambos andenes, sino por el tiempo de espera. Nunca falla. Nunca será inferior a 5 minutos. Espera que hoy solo sean cinco. Hay partido. Le gustaría llegar a la primera parte. Podría decirse que camina con los ojos cerrados soñando con los minutos de espera. Confía en que sean cinco... Tiene cierto recelo en mirar al marcador que indica el tiempo de espera. Alza la cabeza... ¡NOO! ¿10 minutos? Es un hombre tranquilo. Pero estalla a pie de anden. Transmite su indignación a la joven de al lado que asiente con la cabeza. No, no es suficiente. Necesita alguien que le ayude a descargar su impotencia. Mira al lado izquierdo. Un hombre mayor le mira con pena. Comienzan a entablar una conversación sobre el Metro de Madrid. La charla pasa por la época de Franco y finaliza con el Real Madrid de Bernabéu. Se abren las puertas. Llegó el metro. El hombre tranquilo entra apaciguado. El hombre mayor entra sonriente. El reloj marca 0 minutos.


Suena el despertador. Sonríe. Sabe que le tocará "poner las calles" un día más -como le comenta siempre una amiga-. Sabe que asistirá a un nuevo amanecer. Observará como se apagan las luces de las farolas. Es demasiado pronto. Pero sonríe. Tiene ganas de llegar al metro. Le espera un largo viejo a los pies de Madrid. Pero sonríe. El viaje es el de todos los días. En cambio su sonrisa está más acentuada de lo normal. Se viste. Desayuna. Sale de casa. Compra el periódico. -El nerviosismo se apodera de ella-. Se introduce en el metro. Baja las escaleras. Llega al andén. Inquieta, extremadamente inquieta. Espera la llegada del metro como un niño espera la visita de Papá Noel. Sabe que se podrá sentar en el vagón. Tiembla el suelo. Se ve la máquina a lo lejos. Se acerca... Se abren las puertas. Se sienta. ¡Al fin! Abre su bolso y saca su tesoro. Hoy estrena libro de lectura. Una nueva historia entre sus manos. Una nueva vida que hacer propia. Un nuevo mundo por descubrir. Hoy está de estreno. Toca soñar. Se cierran las puertas. Comienza su viaje a otra realidad.


Una extraña. De esta manera se define a los cinco minutos de viaje. Es el mismo recorrido de todos los días. Ciertamente, bien podría ser el mismo autobús. Pero no es la hora de siempre. Ella pertenece al grupo de las 9.30. Hoy tuvo que coger el -del grupo- de las 8.00. No son las caras de siempre. Pero ellos no son los extraños. Es ella. Lo sabe. No están las dos mujeres que siempre comentan la cena de ayer y la prevista para hoy. No está aquel señor con gafas que chasquea sus dedos cada mañana. Tampoco encuentra a la joven que bosteza puntualmente cada cinco segundos. ¿Y el chico de ojos azules? No, tampoco... Ni la mujer de labios enfermizamente rojos o la chica de mirada triste. Ni el hombre que agarra el cinturón del autobús con fuerza o la estudiante que tiene una carpeta para cada día de la semana. No están. No son su grupo. No es su hora. La extraña en el bus de las 8.00 es ella. No recordarán su cara. El grupo sabe que no volverá más. O al menos no cada mañana como hacen el resto. Por eso la miran con recelo. Por eso le trasladan su indeferencia. No es uno de los suyos. Lo sabe. Lo saben. Es la ley del autobús.

viernes, 26 de febrero de 2010

Haneke, El Mazo De Hierro

Es el año de Michael Haneke, su "cinta blanca", por la que deambulan todas las sombras del fascismo, ha llegado a los cines de todo el mundo, sin hacer tanto ruido como otras producciones cinematográficas, pero con el sello indiscutible de su autor. Y es que el cine de Haneke, se mire por donde se mire, deja una pesada huella.

El austriaco ha vuelto a golpear con su mazo de hierro en el suelo de Hollywood y esta vez, el eco de su único golpe, seco, aséptico, frío, no podrá pasar inadvertido para los miembros de la academia. El veterano realizador ha necesitado diez películas y un solo remake para situar su cine en lo más alto del panorama europeo.


Este año Cannes se ha rendido a los pies de su última producción, como ya ocurriera hace cuatro años con su magnífica, intencionadamente ralentizada y delirante "Caché". Pero entonces, Haneke era solo un director en ciernes, cuyo verdadero potencial tan solo había comenzado a entreverse a merced de la tardía difusión de la magistral "Funny Games", probablemente su película más conocida y redonda hasta la aparición de esta "Cinta Blanca". Antes, el cineasta ya había dado a luz una trilogía, tres películas, aparecidas entre 1989 y 1994 que, acuñadas bajo el elocuente título de "trilogía de la violencia" sentaban las bases de lo que sería su cine en años venideros pero que, incomprensiblemente, fueron ignoradas por la crítica. De este compendio, llama especialmente la atención "El video de Benny", un film sobrecogedor, con una cuidadísima austeridad formal, que llega al espectador como una patada en el estómago.


Un magnífico director de actores, como demuestra el realismo de la puesta en escena de esa pianista llamada Isabelle Hupert o la insoportable radiografía de la desesperación que encarna el colosal Ulrich Muhe, en "Funny Games", pero sobre todo, un excepcional realizador, con un dominio de la narración cinematográfica pocas veces visto en el circuito del cine comercial europeo.


Haneke provoca pero nunca miente, Haneke es, probablemente, el mejor domador de la violencia fuera de plano que ha dado el séptimo arte. Con su mazo de hierro, con su ritmo lento, elegante y natural, sus películas hablan de la soledad y de la miseria humana sin pretender nada más que eso, retratar lo vacío que es en realidad el vacío entre las personas.

Tan solo Antonioni, en su tratamiento del ritmo narrativo y, aunque en menor medida, el español Jaime Rosales, en el uso de los encuadres y de la cámara fija, se acercan a la maestría del austriaco a la hora de dirigir una película.


Controvertido, osado y profundamente violento, aunque nunca mostrando violencia explícita en sus cintas, Haneke ha conseguido con su estilo a la hora de rodar que la barrera, ya de por sí excepcionalmente débil, que separa la cruda realidad del cine crudo (sn cocinar con artificios), se haga todavía más difusa.



lunes, 22 de febrero de 2010

Inocencia Interrumpida


Un, dos, tres... ¡Mierda! ¡He vuelto a fallar! ...

Cuánto añoraría volver a ser una niña. Al menos hoy. Al menos por un instante. Siento que me hago pequeña. O quizás el mundo se me ha hecho grande.


Estoy cansada de vivir en este lugar de adultos que no detectan más allá de lo que ven sus ojos. No saben mirar.

Estoy aburrida de pertenecer a esta tierra de experimentados que no oyen más allá de lo que entra en sus oídos. No saben escuchar.

Estoy saturada de pisar este suelo de maduros que no perciben más allá de lo que roza su piel. No saben sentir.

Estoy molesta por habitar en esta vida de mayores que no olisquean más allá de lo que se adentra en su nariz. No saben respirar.

Estoy fastidiada por residir en este planeta de grandes que no captan más allá de lo que cae en su lengua. No saben saborear.


Mi inocencia se ha interrumpido. Mi ignorancia se ha desmembrado. No hay marcha atrás.

Mi paciencia se ha consumido. Mi calma se ha resquebrajado. No hay vuelta de hoja.

Pero mi asombro infantil sigue intacto y su mentiras, recelos y males mayores no calarán en mi pequeño ser.


Un, dos, tres. ¡Lo conseguí! No soy como tú. No soy grande.

domingo, 21 de febrero de 2010

Introspección


El otro día me plantearon una pregunta:

- ¿Qué es lo que quieres?

(De inmediato, en mi cabeza apareció una respuesta):

-Sé muy bien lo que no quiero y por descarte...

- No. Eso no vale. No te he preguntado por lo que no quieres.


Desde entonces llevo varios días tratando de contestar a la cuestión. Desde entonces, -cumpliendo el deseo del que me planteo la duda- estoy intentando saber quién soy y hacia dónde voy. Huelga decir que aún no he sido capaz de obtener nada, al menos coherente, al menos rotundo.


No pretendo ser esquiva. Mucho menos tirar por la vía fácil o rápida. Nunca fuí amiga de estos atajos. Sin embargo, no creo en la rotundidad y más cuando hablamos de la vida. Si algo creo es que nunca llegamos a conocernos a nosotros mismos, y por ende, tampoco a los demás. Somos personas y por esta naturaleza, venimos con los errores de fábrica instaurados en nuestro mecanismo.


Si algo creo es que sé lo que me une a alguien. También lo que me separa. Sé que tengo unos valores y unos principios hechos propios a lo largo del tiempo. Asimismo, sé que a veces su cumplimiento se me escapa, por aquello de los errores, por eso de la inexistente rotundidad.


Sé como me gustaría ser. Sé muchas cosas que quiero. Sé aún más las que rechazo. Pero es difícil decir quién soy, cuando ni tan siquiera sé si el reflejo del espejo me corresponde. Yo soy la que se ve al otro lado. Tal vez ese reflejo es el que ven los demás. La imagen que sale en una foto. La cara que gesticula en un vídeo. La voz que oigo grabada... Pero realmente, ¿esa es la que yo quiero? ¿esa soy yo? ¿me gustaría serlo?


Tiraré de genios para cerrar mi reflexión. Decía Shakespeare -en la boca de Hamlet-: "solo sé que no sé nada". Dice Benedetti -y lo pongo en mi boca-: "En la razón solo entran las dudas que tengan llaves".


Siendo esto cierto, si hoy soy algo es un mar de dudas. Pero al menos, éstas son las que yo elijo y pongo forma de llave. Y aunque no sepa demasiado, solo sé que no saber nada, ya es algo.

sábado, 30 de enero de 2010

Buena Suerte Haití


Se acerca el desenlace de tu relato. Se terminó el líquido del tintero negro reservado para tí. Las ondas radiofónicas dejarán de evocar tu nombre con amargura. Se acabaron los mintuos televisivos con una notoria presencia tuya. Es el momento de pasar del presente al pasado reciente.
Te preguntarás por qué. Te daré alguna respuesta: los muertos ya no están apilados en tus calles. Las barricadas del infierno han desaparecido. La polvareda se ha esfumado con el viento. El olor a muerte se marchó de tu cielo gris.
Y tú me dirás que los muertos ahora están bajo tierra y estarán presentes eternamente, pues lo que te falta, te abandona menos.
Y tú me responderás que las barricadas se disiparon, pero su remanente quedará grabando en cada trozo de suelo sobre el que reposaron, porque la sangre jamás desaparece.
Y tú me llorarás que el polvo material y blanquecino fue lavado por la lluvia de la piel, pero el agua no llegará nunca a limpiar esa mancha negra y desgarradora del corazón.
Y tú me gritarás que el olor de los cadáveres fue sustituido por el aroma de la nada, pero también del olvido, el abandono y la desesperación.
Tú, Haití has dejado de estar de actualidad en eso que llaman Primer Mundo. Aquí consideran que poco a poco la normalidad se va instaurado en tí. Pero, ¿qué sabrán ellos de normalidad? o, mejor dicho, ¿qué sabrán ellos de tí?, me preguntarás. Nada. Lo sé. ¿Crees que en algún momento llegaron a saberlo? Se hicieron eco de cifras. Abarrotaron sus bases de datos de imágenes. Desplegaron ayuda humanitaria. Desplazaron numerosos extranjeros a tu tierra con una etiqueta de corresponsales. Sí... hicieron todo eso...
Y ahora...¿qué?...
Buena suerte, Haití. Te dirán...

domingo, 24 de enero de 2010

Malditos Bastardos


El Sr. G ni tan siquiera respeto la emotiva despedida de los blancos a su memorable holandés, Ruud Van Nistelrooy. La noche pintaba amable. Y Cristiano... al fin, se encontraba con el gol. El luso, como acostumbra, cada balón que cogía quería convertirlo en un nuevo tanto. Marcó dos. Y seguramente podría haber enfundado alguno más. Hacía de todo, sacaba faltas, sacaba de banda, regateaba, pases... disfrutaba. Pero al Sr. G no le gusta verle sonreír. Al Sr. G no le gusta que haya vuelto a reencontrarse con el gol. Y por eso, el Sr. G fue implacable. Decidió mandarle al vestuario hoy, y le recetó reposo para el próximo fin de semana, con una amable roja directa. No sea que se anime el "alegre" portugués. - Dicen las malas lenguas, que su blanca sonrisa asusta en Camp BarÇa-.

Me aburre -con mayúsculas- el caciquismo imperante en la Liga Española, entiéndase, Villarato. No soy amiga de argumentos victimistas, ni cánticos llorones. Pero hoy, con una victoria en la mano, dispongo de un buen respaldo para sostener mi alegato. No obstante, para los que aún así pongan en entredicho mi pensamiento -postura respetable-, diré que "llorar" por defender lo que es de uno, nunca fue cobarde. Es innato al ser humano. Cuidar lo que le pertenece. Asimismo, también es justo, jugar en igualdad de condiciones. Y en esta liga - de las Estrellas, dicen...- ese equilibrio no existe.


Debo decir que no justifico el "gesto" de L´Enfant Terrible -Cristiano-. Pero tampoco creo que merezca justificación que Toribio desborde a Albiol echándole fuera del campo con un golpe en el costado. ¿Acaso es válido que desborden a Cristiano en el área con ocasión clara de gol y no se pite nada? ¿Es pasable que dejen regalitos a Guti en los tobillos y por esas entradas deba abandonar el campo? Sr. G. Si tenemos una medida, ¿sería mucho pedir aplicarlar a todos por igual? O... ¿este Súper BarÇa no lo es tanto... y necesita de su ayuda?

Presumía en mi cabeza otra entrada en mi blog. Hecha con más razocinio, creada en las ganas de escribir, filosofar y jugar con la inspiración. Pero la impotencia se adueño de mis pensamientos. Hoy escribo desde la ira a esos "malditos bastardos", porque por suerte en este blog no hay caciquismo. Ni lo habrá. Y por ese motivo, mañana, hoy y siempre escribiré de lo que salga de mis santos ovarios, así como de mi onírica cabeza.
Buenas noches.

miércoles, 20 de enero de 2010

PINCELADAS


Los elefantes de Dalí no comieron nunca peras de Cezanne. De haberlo hecho sus piernas no serían tan delgadas como los alhambres.

Me gusta pensar que a Munch le irritó ver cómo los amantes de Klimt se besaban.

Después de todo, no fue el perro de Goya quien le arrancó la oreja a Van Gogh, fue el niño paralítico de Bacon que también camina a cuatro patas.

martes, 19 de enero de 2010

El maestro de los ojos de pez


Pensando en cronopios llegué -como era de esperar- a Cortázar, su creador. Y recordé una frase de Albert Plá que le definía como "el maestro de los ojos de pez". La subrayó. Hoy no entraré a divagar en por qué era un maestro. Prefiero quedarme con sus ojos de pez, con su mirada gris, con su gesto alicaído. Esa excepcional forma de visualizar el mundo y transmitirla con su pluma onírica.


Me gustan los genios atormentados. Los personajes de vida alboratada que tienen un hueco en la historia. Quizás por eso, ya de pequeña me enamoré de Larra. De ese romántico empedernido que decidió quitarse la vida a punta de pistola a los 27 años. Por este mismo motivo y compartiendo espacio en mi -por áquel entonces- tierno corazón estaba Riego. Ese liberal puro que fue ejecutado el mismo día en el que 165 años después yo nacería. Puede que no sean los exponentes más representativos de una vida convulsa. Pero al menos lo son de un final no feliz. Y de una vida llena de vida, que será eternamente recordada gracias a su muerte.


Sin embargo...me gustaría terminar con Charles Bukowski. El icono por excelencia del realismo sucio, de la literatura independiente y miembro honorífico en el club de los escritores malditos. Convulso, desarraigado, rompedor, revolucionario, conmovedor... Bukowski era todo lo políticamente incorrecto. Pero... por encima de todo y de él mismo, era un genio al que no le gustaba serlo. Aunque no por ello dejaba de admirar la grandeza de los otros:


"Conocí a un genio en el tren hoy como de 6 años de edad se sentó a mi lado y mientras el tren avanzaba a lo largo de la costa llegamos hasta el océano entonces él me miró y dijo, no es hermoso. Fue la primera vez que me percaté de ello." C. Bukowski.

jueves, 14 de enero de 2010

La Alargada Sombra De Maradona


La sombra de Diego Armando Maradona es, todavía hoy, demasiado alargada, y a la sombra hace demasiado frío.


El Delantero del F.C.Barcelona, Lionel Messi, fue galardonado hace algunas semanas con el Premio FIFA World Player en una gala previsible y anodina (como son todas las galas deportivas en las que se conocen los resultados de manera anticipada) celebrada en la helvética ciudad de Zurich. El enésimo reconocimiento para el santafesino en un año, el 2009, en que lo ha ganado casi todo, tanto a título individual como a nivel colectivo. Y digo casi porque el mejor futbolista del planeta no cuenta aún con el respaldo de la hinchada argentina y esto, dejando de lado todo tipo de discusión chauvinista, no deja de resultar paradójico. Lo crean o no, cuando "la pulga" se enfunda la elástica albiceleste es solamente eso, una pulga.


El problema quizas tenga que ver con el gusto de los argentinos por endiosar seres humanos. Maradona colgó las botas hace ya demasiados años, pero sigue llevando a cuestas ese dudoso disfraz de mito viviente, interminablemente "resucitante", cada vez que pisa un terreno de juego. Maradona es el héroe del pueblo, un héroe de uñas sucias, el hijo del polvo. Lo era como futbolista y lo seguirá siendo siempre. Por todos es conocida la predilección de los "barras bravas" por el polvo. Messi no sabe lo que es jugar un solo partido del Torneo Apertura, es un exiliado, un fugitivo, el diamante de la Masía blaugrana, un diamante con demasiado brillo.


Resulta inevitable no caer en comparaciones, en todo caso odiosas, entre uno y otro, pero el debate adquiere una nueva dimensión si tenemos en cuenta que ambos están ahora en el mismo barco, y maradona tiene el timón y Messi es solo uno más a bordo. ¿Será capaz el controvertido seleccionador albiceleste de sentar en el banquillo al mejor futbolista del mundo? Probablemente no, pero hoy por hoy es más facil que "El Cholo" Simeone releve a Maradona en el banquillo argentino a que Messi pase a ocupar el sitio de "el pelusa" en el terreno de juego. Maradona no tiene relevo como futbolista porque no tiene ni tendrá nunca relevo como "personaje", como mito, y la barrera entre una y otra acepción se ha ido haciendo con el transcurso de los años y de los acontecimientos, insalvable.


La cita mundialista de Sudáfrica dictará sentencia y probablemente todos puedan salir beneficiados del envite, porque Argentina se la juega, una vez más, como casi siempre. Y una vez que termine el Mundial regreserá el debate (siempre ocurre lo mismo en el fútbol) y nacerán en un futuro nuevos Leo Messi pero siempre bajo la alargada sombra de Maradona, siempre muertos de frío.

lunes, 11 de enero de 2010

Hay sitio para todos


Había oído hablar sobre la película en varias ocasiones. Había visto algún resumen en televisión. Había escuchado algún comentario por parte de allegados. Había leído algunas críticas en prensa escrita e Internet. Finalmente, después de tanto "había", decidí ir al cine. Sabía que era una especie de "ahora o nunca". Puesto que había muy pocas probabilidades de que viera un filme de estas características en el DVD de mi casa. Primero por la temática -la ciencia ficción nunca fue santo de mi devoción-, segundo porque se "aconseja" ver la película en 3D. En definitiva, con una mezcla de expectación, incertidumbre y escepticismo me dirigí a la sala de cine a disfrutar de Avatar.

Me alegro de haberlo hecho. Es más, recomiendo la experiencia. Vayamos por partes. El guión no ofrece nada nuevo bajo el sol. James Cameron -Titanic, Terminator, Aliens- decidió dejar de lado el lápiz y tirar de efectos especiales -de esos que tanto gustan en Hollywood-, dando lugar a una cinta previsible, a la par que sencilla y con un mensaje notable, digno de ser repasado. Piano. Me creo a Sam Worthington -protagonista principal-. No es el papel de su vida pero lo defiende con acierto. Confiaba -y acerté- en la presencia de Sigourney Weaver. Y he de decir que me inquieto el malo malísimo , con escuadra y cartabón, del bueno, perdón, malo, de Stephen Lang. Los efectos en 3D son dignos de mención. Envolventes, inquietantes y mantienen el climax durante toda la película. En cuanto a esto, la duración, aquí viene la anécdota. Entré al cine a las 20.20 horas. Lo abandoné a las 23.oo horas. Sí, casi 3 horas sentada en la butaca sin descanso de por medio. Casi 3 horas que me parecieron la mitad. En resumen, Avatar me entretuvo. Y al fin y al cabo, solo buscaba eso -que no es poco-.

Como reflexión final apuntaré que en la gran pantalla sigue habiendo sitio para todos. Volviendo al había; había escuchado que este es el cine que nos espera. Es más algunos críticos señalaban que de ser así esto, ellos se apeaban del tren. No estoy de acuerdo. El cine en 3D, a día de hoy, solo encaja con películas de esta índole. Plagadas de efectos especiales con grandes dosis de ciencia ficción. Al otro lado seguiremos contando con otras ofertas. Pequeñas producciones, cine de autor, diversas temáticas... En la variedad está el gusto. Y por suerte, hay sitio para todos.