jueves, 23 de septiembre de 2010

Un par de divagaciones otoñales



Vísteme despacio que tengo prisa
Sales cinco minutos más tarde que de costumbre para coger ese tren que te deja en esa parada de autobús que te lleva a tiempo a tu trabajo. Esos cinco minutos tarde son todo un riesgo y aunque parezca que no, de ellos depende llegar a tu hora o llegar tarde. Como se suele decir estás al filo de la navaja. A priori no debe pasar nada... Ningún día ocurre nada en ese camino de casa al tren. Se cruza alguna persona en tu camino y te hace parar tu ritmo acelerado. Se para algún curioso turista a tomar una foto y vuelves a parar tu ritmo desenfrenado. O te para algún semáforo en rojo en seco sin dilaciones -por áquello de no ser atropellado-. En resumen, lo normal. Con eso contamos. Vamos sin cinco minutos de más, por lo que deberías tener un par de paradas menos. Sales de casa. Se cruza el primer despistado en tu camino. Va uno. Se para el primer turista curioso a tomar una foto típica sin ninguna curiosidad. Dos. El primer semáforo en rojo te hace parar. Seguimos. Una mujer mayor tropieza y cae a tus pies. La levantas y sigues. El vendedor de ... de... ¿de qué coño era? El caso es que te para con el fin de venderte algo que no te interesa pero te resta 30 segundos. Jóder. Una nueva persona se vuelve a cruzar. A esto añade que delante tuya camina un matrimonio que anda a un ritmo demasiado lento y no hay manera de adelantarles...¡¡Vamos!! Vas por la calzada. Arriesgas la vida que proteges en los semáforos por superarles. Sigues caminando. Ya falta menos. No quieres mirar el reloj porque te asusta ver la hora. Aún no. Estás llegando. ..... ..... ¿Cómo? Alguien te toca el brazo. Un viejo amigo. Un amigo al que adoras. Al que ves poco. Y con el que compartes 3 minutos acelerados en los que dices de todo y nada. Te quedas con más ganas de verle que antes y vas con 3 minutos menos. ¿Llegaré? Ahora sí. Toca mirar la hora...

El arte de acortar palabras
Los de la RAE están muy enfadados desde hace tiempo. Concretamente desde que aparecieron los teléfonos móviles. Aún más concreto, desde que los jóvenes empezaron a poner de moda lo de acortar las palabras en los SMS para ganar espacio y ahorrar dinero. (En el fondo todo es culpa de la economía y la crisis. Hasta la incultura). A lo que íbamos. Desde que a un adolescente le dió por poner tb en vez de también, q en vez de que, ola en vez de hola... Y luego uno le copió y otro también. Y todos empezamos a acortar palabras, para ganar espacio y ahorrar dinero. Y los de la RAE empezaron a trinar porque cada vez damos más patadas a su ilustre diccionario y nos volvemos más analfabetos. Pero... no todo es tan malo. Tiene tintes románticos esta historia. Si pensamos en las palabras que acortamos es fácil darse cuenta que son las que más empleamos. Y para mí es todo un arte o por lo menos un orgullo poder decir que TE QUIERO es una de las más acortadas. Hasta mi madre sabe lo que es un TQ. ¿Véis como no es tan mala la tecnología queridos académicos?

1 comentario:

  1. Hola me encanta este blog, no se bien quien es la persona que lo tiene, pero lo encontre de casualidad, los felicito


    Saludos

    romi

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