martes, 19 de enero de 2010

El maestro de los ojos de pez


Pensando en cronopios llegué -como era de esperar- a Cortázar, su creador. Y recordé una frase de Albert Plá que le definía como "el maestro de los ojos de pez". La subrayó. Hoy no entraré a divagar en por qué era un maestro. Prefiero quedarme con sus ojos de pez, con su mirada gris, con su gesto alicaído. Esa excepcional forma de visualizar el mundo y transmitirla con su pluma onírica.


Me gustan los genios atormentados. Los personajes de vida alboratada que tienen un hueco en la historia. Quizás por eso, ya de pequeña me enamoré de Larra. De ese romántico empedernido que decidió quitarse la vida a punta de pistola a los 27 años. Por este mismo motivo y compartiendo espacio en mi -por áquel entonces- tierno corazón estaba Riego. Ese liberal puro que fue ejecutado el mismo día en el que 165 años después yo nacería. Puede que no sean los exponentes más representativos de una vida convulsa. Pero al menos lo son de un final no feliz. Y de una vida llena de vida, que será eternamente recordada gracias a su muerte.


Sin embargo...me gustaría terminar con Charles Bukowski. El icono por excelencia del realismo sucio, de la literatura independiente y miembro honorífico en el club de los escritores malditos. Convulso, desarraigado, rompedor, revolucionario, conmovedor... Bukowski era todo lo políticamente incorrecto. Pero... por encima de todo y de él mismo, era un genio al que no le gustaba serlo. Aunque no por ello dejaba de admirar la grandeza de los otros:


"Conocí a un genio en el tren hoy como de 6 años de edad se sentó a mi lado y mientras el tren avanzaba a lo largo de la costa llegamos hasta el océano entonces él me miró y dijo, no es hermoso. Fue la primera vez que me percaté de ello." C. Bukowski.

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