domingo, 18 de julio de 2010

Un día de tu vida a cambio de otro...


Es el argumento de una película que no revelaré. El protagonista hastiado de su rutinaria realidad recurre a un mago para volver a su "vida" anterior durante un solo día, a cambio de ceder cualquier otra jornada de su existencia pasada. Algo así como le ocurría de manera algo más tormentosa al protagonista de la película Efecto Mariposa -encarnado por Ashton Kutcher-, que con su cuaderno a cuestas y bolígrafo en mano, deshacía pasado, presente y futuro con mayor o menor acierto. No quiero complicarme. Me quedo con una idea: cambiar un día de tu vida, hacerle desaparecer o volver a un momento. ¿Cuál sería? ¿Qué habría cambiado? ¿A mejor? o... ¿a peor?


No me refiero a grandes cosas ni decisiones importantes... Tal vez esa noche en la que no diste tu teléfono a ese chico que te gustaba. Quizás ese viaje de fin de semana que rechazaste por pereza. Esa mañana en la que el despertador sonó a su hora, pero no fue suficiente para hacerte despertar. Esas pequeñas cosas que cambian el rumbo de nuestra vida. O puede que no. Pero nunca lo sabremos.


Escribe -porque la escritura es eterna- el fallecido Saramago en El Viaje del Elefante que: "Siempe acabamos llegando a dónde nos esperan". Aún no he terminado el libro, pero intuyo que Saramago creía en el destino.


Yo no sé en lo que creo. No soy amiga de arrepentirme de lo hecho, porque ya no hay vuelta atrás, pero...y ¿de lo no hecho? ¿no dicho? ... ¿También está tocado por la varita del azar y del destino?


Si hay algo cierto es que nunca sabré lo que hubiera ocurrido si esa noche hubiera dado mi teléfono a ese chico que me gustaba. Si hubiera hecho ese viaje de fin de semana obviando la pereza. Y si hubiera hecho caso al despertador aquella mañana.


Dicen que esto es así. Es la vida. A mí me parece un crucigrama. Y los crucigramas me aburren. Siempre fuí más de Sudokus...

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