martes, 20 de julio de 2010

Pinceladas aleatorias


Sobre señoras que empujan carritos

Siempre atraen mi mirada las camisetas con el dibujo de la evolución del hombre. Y siempre me hacen reflexionar. Al igual que los carritos. Me explico. De pequeños -hombres y mujeres- vamos sentados en un carrito mientras nos llevan, generalmente nuestro progenitores. A una cierta edad son esas madres que iban sentadas, las que cambian de lugar y llevan a sus hijos. Cuando los hijos crecen, estas mismas madres llevan otro carrito, el de la compra, el del super... Más adelante llevan otro carro, en concreto una silla de ruedas en la que van sentados sus padres, esos que inicialmetne las llevaban en un carrito de bebés. Y tal vez, en un futuro, sean los hijos, esos que llevaban en un carrito, los que las acaben llevando en una silla de ruedas. ¿Evolución?


Sobre las uñas de las mujeres

No es que la entrada de hoy vaya sobre mujeres por elección propia, es mera casualidad. Vayamos a las uñas. Fíjense -preferentemente en verano- en las uñas de las mujeres. Solo mirando las uñas -no una visión genérica de los pies- se puede entresacar algún dato de la portadora. Me explico. Las extranjeras -generalmente nórdicas -suelen llevar las uñas pintadas de colores llamativos. Cuánto más chillones mejor. Las orientales destacan por discretos colores y una manicura de lo más cuidada, tanto en pies como en manos. Las sudamericanas siempre suelen llevar las uñas pintadas. Y casi siempre de colores cálidos, preferentemente de rojo. Una amplía gama que va desde un granate tirando a marrón, hasta un rojo escarlata. ¿Las españolas? De todo un poco. Nos alejamos de los chillones, nos acercamos a los colores cálidos, y nos atrae tanto un tímido brillo transparente, como una manicura cuidada, pero no tanto como la de las orientales. Ya se sabe, para gustos... uñas.


Sobre la eternidad de los libros

El dinero de cada uno, es de cada uno. Y por este motivo, puede gastarlo en lo que le venga en gana. Hay gente que tiene como debilidad la ropa. Algunas mujeres se pierden por los bolsos, otras están enfermas por los zapatos -veáse Carrie en Sexo en Nueva York-, algunos hombres coleccionan coches de alta gama -veáse un documental portugués sobre Cristiano Ronaldo-, y así un largo etcétera.

A mí me pierden los libros. Sí, existen bibliotecas. Lo sé. También está el E-Mule y compro algunos CD´S. Pero volviendo al tema inicial, a mí me gusta comprar mis libros. Leerlos y colocarlos en mi estantería. Para prestarlos en un futuro, releerlos pasado mañana o simplemente para conservar el soporte material de esa historia que durante unos días hice mía. O simplemente, porque la escritura es eterna y a mí me hace ilusión tener un trocito de eternidad en la estantería de mi habitación.


Sobre la calidez de las vías

Ya sea porque así nos lo han transmitido las películas o por las luces y sombras que las caracterizan, las estaciones tienen un halo mágico. Un tren. un autobús... una vía, un andén, son sinónimo de despedida, de reencuentro, de pasado, de presente, de vida, de muerte. Es la historia de esas cuatro paredes que tienen mil historias que contar cada día. O eso parecen transmitir. No ocurre lo mismo con los aeropuertos, o por lo menos a mí. Será porque las historias mundanas no llegan con tanta facilidad a los cielos.

domingo, 18 de julio de 2010

Un día de tu vida a cambio de otro...


Es el argumento de una película que no revelaré. El protagonista hastiado de su rutinaria realidad recurre a un mago para volver a su "vida" anterior durante un solo día, a cambio de ceder cualquier otra jornada de su existencia pasada. Algo así como le ocurría de manera algo más tormentosa al protagonista de la película Efecto Mariposa -encarnado por Ashton Kutcher-, que con su cuaderno a cuestas y bolígrafo en mano, deshacía pasado, presente y futuro con mayor o menor acierto. No quiero complicarme. Me quedo con una idea: cambiar un día de tu vida, hacerle desaparecer o volver a un momento. ¿Cuál sería? ¿Qué habría cambiado? ¿A mejor? o... ¿a peor?


No me refiero a grandes cosas ni decisiones importantes... Tal vez esa noche en la que no diste tu teléfono a ese chico que te gustaba. Quizás ese viaje de fin de semana que rechazaste por pereza. Esa mañana en la que el despertador sonó a su hora, pero no fue suficiente para hacerte despertar. Esas pequeñas cosas que cambian el rumbo de nuestra vida. O puede que no. Pero nunca lo sabremos.


Escribe -porque la escritura es eterna- el fallecido Saramago en El Viaje del Elefante que: "Siempe acabamos llegando a dónde nos esperan". Aún no he terminado el libro, pero intuyo que Saramago creía en el destino.


Yo no sé en lo que creo. No soy amiga de arrepentirme de lo hecho, porque ya no hay vuelta atrás, pero...y ¿de lo no hecho? ¿no dicho? ... ¿También está tocado por la varita del azar y del destino?


Si hay algo cierto es que nunca sabré lo que hubiera ocurrido si esa noche hubiera dado mi teléfono a ese chico que me gustaba. Si hubiera hecho ese viaje de fin de semana obviando la pereza. Y si hubiera hecho caso al despertador aquella mañana.


Dicen que esto es así. Es la vida. A mí me parece un crucigrama. Y los crucigramas me aburren. Siempre fuí más de Sudokus...

viernes, 16 de julio de 2010

No aprenderé...


No aprenderé a muchas cosas. Por este motivo ya he concluido que tal vez no quiera aprender.


No aprenderé a vivir más despacio o menos deprisa, porque cuando paro, todo mi mundo se me viene encima.

No aprenderé a no coger cariño a la gente que me rodea, porque cuando parten, también lo hacen con mi alma en dos.

No aprenderé a controlar el tiempo y los días, porque cuando me doy cuenta, ha pasado un año que en mi calendario solo fue un mes.

No aprenderé a quitarme la coraza, porque si lo hago, me quedo desnuda ante el mundo y tengo miedo a coger un resfriado en el corazón.

No aprenderé a cumplir todo lo que digo y prometo, porque si lo hago dejaré de ser ese pequeño desastre manifiesto que soy yo.

No aprenderé a decir cada mañana te quiero a los que me han dado la vida aunque quiera, porque si lo digo, esas palabras perderán sentido.

No aprenderé, no aprenderé, no aprenderé...y ya me doy por pérdida...pero me encuentro en este mar de incertidumbre que soy yo.