El austriaco ha vuelto a golpear con su mazo de hierro en el suelo de Hollywood y esta vez, el eco de su único golpe, seco, aséptico, frío, no podrá pasar inadvertido para los miembros de la academia. El veterano realizador ha necesitado diez películas y un solo remake para situar su cine en lo más alto del panorama europeo.
Este año Cannes se ha rendido a los pies de su última producción, como ya ocurriera hace cuatro años con su magnífica, intencionadamente ralentizada y delirante "Caché". Pero entonces, Haneke era solo un director en ciernes, cuyo verdadero potencial tan solo había comenzado a entreverse a merced de la tardía difusión de la magistral "Funny Games", probablemente su película más conocida y redonda hasta la aparición de esta "Cinta Blanca". Antes, el cineasta ya había dado a luz una trilogía, tres películas, aparecidas entre 1989 y 1994 que, acuñadas bajo el elocuente título de "trilogía de la violencia" sentaban las bases de lo que sería su cine en años venideros pero que, incomprensiblemente, fueron ignoradas por la crítica. De este compendio, llama especialmente la atención "El video de Benny", un film sobrecogedor, con una cuidadísima austeridad formal, que llega al espectador como una patada en el estómago.
Un magnífico director de actores, como demuestra el realismo de la puesta en escena de esa pianista llamada Isabelle Hupert o la insoportable radiografía de la desesperación que encarna el colosal Ulrich Muhe, en "Funny Games", pero sobre todo, un excepcional realizador, con un dominio de la narración cinematográfica pocas veces visto en el circuito del cine comercial europeo.
Haneke provoca pero nunca miente, Haneke es, probablemente, el mejor domador de la violencia fuera de plano que ha dado el séptimo arte. Con su mazo de hierro, con su ritmo lento, elegante y natural, sus películas hablan de la soledad y de la miseria humana sin pretender nada más que eso, retratar lo vacío que es en realidad el vacío entre las personas.
Tan solo Antonioni, en su tratamiento del ritmo narrativo y, aunque en menor medida, el español Jaime Rosales, en el uso de los encuadres y de la cámara fija, se acercan a la maestría del austriaco a la hora de dirigir una película.
Controvertido, osado y profundamente violento, aunque nunca mostrando violencia explícita en sus cintas, Haneke ha conseguido con su estilo a la hora de rodar que la barrera, ya de por sí excepcionalmente débil, que separa la cruda realidad del cine crudo (sn cocinar con artificios), se haga todavía más difusa.
Grande Haneke. Por cierto tenía ganas de ver la peli y gracias a tu visión, aún tengo más... Debo hacerlo. Aunque creo q debré prepararme psicoloógicamente con anterioridad.. ¿me quivoco?
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