viernes, 28 de mayo de 2010

Una barrita de aceite para desayunar.


Rodeada de cafés sobrevolando mi cabeza iniciaba la mañana en mi cafetería de Avenida América. Hay quién pide un orujo para desayunar, hay quién prefiere un clásico café con leche en taza, hay quién opta por acompañarlo con un bollo, otros con barritas de aceite. Me pregunto si los desayunos de cada persona cambian según el día. O tal vez cambien cada año. De un café solo se pasa a un café con leche. De un café a secas a un desayuno -tal vez una barrita de aceite-, de un desayuno a un orujo u otra bebida sin cafeína. Sí, creo que cambian cada cierto tiempo, según la vida, según la edad.

Hasta los veinte el atrevimiento y los impulsos marcan nuestro sino en las decisiones. Superada la veintena la razón empieza a ganar espacio al atrevimiento en nuestra cabeza. Las experiencias vitales acumuladas están ahí. En base a ellas los muros personales son más o menos infranqueables. Pero si algo hemos aprendido es que la vida no funciona como en las películas. Existen palabras como el orgullo, la dignidad, el miedo, el dolor. Pequeñas barreras que calman nuestros espasmos quinceañeros. Los pasos mal dados siguen existiendo. Pero cada vez pensamos más dónde y cómo pisamos. Seguimos teniendo todo el tiempo del mundo. O al menos el tiempo sigue siendo el nuestro. Pero no queremos tener tiempo para dejar en errores. Vamos pasando de un atrevido café solo a un tibio café con leche.

Lo próximo, el desayuno. Café con bollo o, tal vez, una barrita de aceite.

jueves, 13 de mayo de 2010

Sobre Cosas Innatas y el Ángel Negro


Apreciación 1

Hay sentimientos que somos incapaces de controlar. Los irracionales. Los innatos. Es fácil distinguirlos, son aquellos que salen de dentro cuando menos se esperan. Pueden dejarse ver de distinta manera; bien en forma de reducimiento momentáneo del estómago, bien como un ligero escalofrío, una explosión de adrenalina, una lágrima inesperada... Y por mucho que se intente, no, no se controlan.


A mí esto me ocurre, por ejemplo, con el fútbol. Sí, habrá gente que lo vea como una tontería, como algo banal. Para mí no lo es. Respeto. Me gustaría poder controlar mis estallidos de furia, mis dosis de rabia e impotencia o mis llantos incontrolados. Pero me resulta imposible. Al igual que también lo es cambiar de equipo, por aquello de intentar no "sufrir" tanto o "disfrutar" el triple. Pero, no. Por este motivo, cuando ayer veía a los Atléticos felices, cuando hoy me sumergía en las páginas del Marca, leía los elogios a los colchoneros y las fotos de la euforia, me daba envidia, envidia sana y un cierto atisbo de tristeza. Quién sabe, tal vez el domingo esta envidia -sana, reitero- se convierta en rabia o impotencia. En fin, cosas innatas.


Apreciación 2

Quiero dar las gracias a ese ángel negro, caído del cielo, con voz privilegiada, que derrocaha simpatía en una de las esquinas del metro de Avenida América. Gracias por hacerme sonreír a mí también cada vez que paso por ese lugar rumbo al intercambiador. Da igual cómo haya ido el día. Siempre se dibuja una mueca feliz en mi rostro. No es el que mejor canta, ni tan siquiera toca, tampoco baila. Pero sí transmite simpatía y buenas vibraciones. Eso no es fácil. Y por eso, gracias.

domingo, 9 de mayo de 2010

Siete vidas como los gatos

En ocasiones tengo la sensación de que estoy de
vuelta. De vuelta de todo - de mi todo. Seguramente en esas ocasiones este cansada, cansada de vivir -de vivir mi vida-. Posiblemente en esas ocasiones tenga ganas de huir de aquí -de mi aquí y ahora-. Sin embargo, en esas ocasiones, me pregunto si no sería posible tener siete vidas -siete vidas como los gatos-.
No hablo de volver atrás y desandar lo andado. No me refiero a cambiar lo experimentado. No pretendo mejorar lo hecho. No quiero tratar el arrepentimiento, porque para mí es sinónimo de cobardía. Es injusto. Es renegar de uno mismo y eso no debe hacerse nunca.
Imaginemos que tenemos la posibilidad de reinventarnos cada "x" tiempo. Un total de siete veces. De trasladarnos a otros aquí y ahora, de cambiar ese todo y continuar la vida con lo aprendido, pero desde otro ángulo. Desde otra perspectiva. Otra nueva vida. Manteniendo parte de lo anterior. Desprendiéndonos de aquello que impide romper con el pasado. Vivir por vivir. Simplemente. No vivir por cumplir. Siete veces, siete vidas, como los gatos...