"Un cronopio es un dibujo sin márgenes, un poema sin rimas", así los describe su inventor, Julio Cortázar. Nacieron en 1952 y según Cortázar son "seres verdes y húmedos". No tienen nada que ver con el concepto del tiempo, por aquello del prefijo -crono-, ya que "nacieron en el acto".
jueves, 25 de agosto de 2011
Ningún final "made in Hollywood"
Un nuevo vehículo se aproxima a la puerta del garaje. Uno de tantos que se han acercado esa mañana a la entrada del Ministerio. Uno de los muchos que ha chequeado la joven con su inseparable aparato similar a un palo de golf. Ella es una Policía encargada de rastrear todos los bajos automovilísticos en busca de bombas. Yo pasaba por allí cuando procedía a realizar esta rutinaria acción.
Tal vez debido a una noche excesivamente cinéfila por culpa del insomnio, mis pensamientos me llevaron por extraños derroteros con una taza de café en la mano, unos minutos más tarde. Ya alejada de la puerta del Ministerio y del detector con forma de palo de golf.
Si la vida real fuera una película de Hollywood el instante del rastreo sería ralentizado. No duraría diez segundos, tal vez veinte. De fondo comenzaría a sonar una banda sonora intrigante cuyo volumen iría in crescendo con la intriga. Acorde con las imágenes. Plano corto de los bajos, plano corto del detector. Mirada de la joven. Nuevo plano corto de bajos y detector. El vehículo se adentraría lentamente en el garaje del Ministerio. Plano oscuro. Silencio.
Todo esto, si la vida real fuera película de Hollywood. Pero no lo es. Ni para esta rutinaria acción, ni para ninguna otra. Tomar un café es tomar un café. Depende del lugar tendrá un toque más bohemio, urbanita, clásico o desesperante. Pero es un café. Sin más. En todo caso con azúcar o sacarina.
Una pelea es una pelea. Con gritos, con insultos, con palabras dañinas, con gestos rápidos, con miradas furiosas. Pero sin música. En todo caso la radio o la tele de fondo.
Y si lo es para un café o una pelea, ¿por qué nos empeñamos en creer que las relaciones son made in Hollywood? Acaso cuando comenzamos a sentir algo por otra persona ¿aparece Billy Wilder para darnos el guión al más puro estilo Sabrina? ¿se encarga Steven Spielberg de los efectos especiales como hiciera en E.T? ¿Patricia Field aparece con un burro cargado de ropa para diseñar nuestro estilismo a lo Sexo en Nueva York? ¿Roy Orbison está listo para cantar Pretty Woman? ¿nuestro galán es Gary Cooper o Richard Gere?
No. Pero ya podrían estudiar los científicos por qué nuestra cabeza tiende a posicionarnos en medio de un set de rodaje haciéndonos creer que es así. Y no lo es. Será mejor. Será peor. En definitiva, será lo que es toda historia de amor: una historia. Pero sin el león de la Metro Goldwyn Mayer al inicio, ni las clásicas letras The End al final.
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