sábado, 12 de diciembre de 2009

Celda 211


¿Cómo se siente un presidiario? Insignificante, atemorizado, angustiado, asqueado, con miedo, con rabia, con ilusiones, sin ellas…. ¿Y un presidiario ante un motín en su módulo? Valiente, desconfiado, temeroso, expectante, fuera de sí. –Demos una vuelta de tuerca más- ¿Y un funcionario encerrado en un motín carcelario? Asustado, indefenso, agobiado, irracional, temeroso, ágil, pensativo, triste…

Daniel Monzón –director de Celda 211- logra que el espectador se suba a una montaña rusa de sensaciones desde el minuto 1 de la película y no se baje hasta la aparición de los créditos habiendo experimentado todos y cada uno de los estados de ánimo citados anteriormente. Como les digo, el principal culpable de este improvisado parque de emociones es el autor del filme, pero los cómplices son un elenco de actores que sacan lo mejor –o lo peor- del personaje que deben interpretar. Un sublime Luís Tosar –que huele a Goya- encabeza el grupo, seguido de un desconocido –para muchos- Alberto Ammann, el apache Carlos Bardem, un nada cómico –y menos simpático- Antonio Resines, y una sobresaliente actuación secundaria de Marta Etura.

Hechas las presentaciones, pasemos al argumento. La película como su nombre atisba, se desarrolla en una prisión de Zamora, en concreto en un módulo donde cumplen condena los presos más peligrosos. En este lugar se destapa un motín carcelario quedándose –en pleno estallido revolucinario- encerrado un joven funcionario a punto de incorporarse a su trabajo. A partir de aquí la trama se convierte en un tiovivo de historias que nunca terminan de decantarse por un rumbo fijo dando lugar a una historia global con multitud de giros para deleite del espectador.

Habiendo pasado por el argumento, prosigamos. ¿Qué siente el espectador cuándo abandona la sala de cine? ¿Qué pensamientos transitan por su cabeza? La respuesta es: muchos. Daniel Monzón logra crear una crítica al sistema tan grande y sólida como su película. Celda 211 es una revisión exhaustiva del mundo entre rejas. Desde dentro hacia fuera. Desde los de fuera y desde los de dentro. Abusos de autoridad, exceso de poder en manos incapaces de controlar tanta responsabilidad, la mano dura de la vieja guardia contra las métodos dialogantes de los nuevos, la burocracia lenta, la democracia que brilla por su ausencia… Pasemos al otro lado. A “la basura que apesta y hay que apartar” como dice Malamadre. Al lugar donde prima la ley del más fuerte, la lucha contra el más débil, el liderazgo entre los que no tienen nada que ofrecer, ni nada que perder. La confianza, el recelo, la fuerza bruta, la inteligencia en el último suspiro.

En resumen, ¿qué pasaría si realmente se diera un motín como el zamorano?
A modo de reflexión: el sistema pretende la reinserción social de los presos ¿solo demagogia y palabrería? ¿realmente funciona para el que tiene una extensa condena y nada al otro lado?

Una rotunda afirmación: En España se sabe hacer cine, y a veces, también del bueno. Vean Celda 211.

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