Según el conocido psiquiatra austríaco William Stekel: "La costumbre es el enemigo del hombre. Renovarse es el secreto de una vida plena".
Ante la llegada de un nuevo año y bajo el amparo de una nueva década, parece inevitable no hacer balance personal, a la par que tirar de una nueva lista de propósitos de enmienda. A priori, resulta absurdo que al saltar de un calendario a otro -la mañana del 1 de enero, somos los mismos que la noche del 31 de diciembre- nos den ganas de renovarnos, de pulirnos y comenzar depurados desde el minuto uno de ese día uno. Sin embargo, lo hacemos. Y, sin embargo, es positivo, o tal vez, necesario, hacerlo.
Es hora de realizar una introspección personal. Toca pasar los fotogramas de los últimos meses ante nosotros y decidir cuáles no queremos volver a repetir -o dejar que vuelvan a aparecer-, al tiempo que confirmamos las imágenes -en forma de flash mental- que más nos han agradado.
A partir de aquí toca creer en uno mismo. Creer en el optimismo. Confíar en que lo positivo, lo bueno, siempre permanecerá sobre lo negativo. Eso sí, en parte gracias al azar, y en parte gracias a uno mismo.
Finalmente, de manera casi inesperada saldrá esa nueva lista de propósitos para el año venidero. Felices, o al menos satisfechos la guardaremos en nuestra mente y nos sentiremos renovados. Sin darnos cuenta nos creeremos una persona más fuerte la mañana del 1 de enero, que la noche del 31 de diciembre. Sin apenas atisbarlo, habremos dejado de lado al peor enemigo del ser humano: la costumbre, para continuar en la búsqueda de una vida plena como decía Stekel.
Feliz 2010.
Ante la llegada de un nuevo año y bajo el amparo de una nueva década, parece inevitable no hacer balance personal, a la par que tirar de una nueva lista de propósitos de enmienda. A priori, resulta absurdo que al saltar de un calendario a otro -la mañana del 1 de enero, somos los mismos que la noche del 31 de diciembre- nos den ganas de renovarnos, de pulirnos y comenzar depurados desde el minuto uno de ese día uno. Sin embargo, lo hacemos. Y, sin embargo, es positivo, o tal vez, necesario, hacerlo.
Es hora de realizar una introspección personal. Toca pasar los fotogramas de los últimos meses ante nosotros y decidir cuáles no queremos volver a repetir -o dejar que vuelvan a aparecer-, al tiempo que confirmamos las imágenes -en forma de flash mental- que más nos han agradado.
A partir de aquí toca creer en uno mismo. Creer en el optimismo. Confíar en que lo positivo, lo bueno, siempre permanecerá sobre lo negativo. Eso sí, en parte gracias al azar, y en parte gracias a uno mismo.
Finalmente, de manera casi inesperada saldrá esa nueva lista de propósitos para el año venidero. Felices, o al menos satisfechos la guardaremos en nuestra mente y nos sentiremos renovados. Sin darnos cuenta nos creeremos una persona más fuerte la mañana del 1 de enero, que la noche del 31 de diciembre. Sin apenas atisbarlo, habremos dejado de lado al peor enemigo del ser humano: la costumbre, para continuar en la búsqueda de una vida plena como decía Stekel.
Feliz 2010.