lunes, 18 de octubre de 2010

Fantasmas de ayer y hoy.


Hoy he vuelto a caminar entre los gruesos muros de hormigón. He sentido las frías paredes grises. He observado las coloridas mesas con olor a tabaco y café. Me he detenido ante las aulas llenas de ilusiones y falsas esperanzas. Me he sentado en un banco de madera con aroma a marihuana en la lejanía. He mirado con el rabillo del ojo los tablones con proyectos por hacer y calificaciones por borrar.
Me he reencontrado con la vieja Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense. Y allí, antes de marchar, saludé a los fantasmas del ayer. Baile con los sueños perennes del hoy. Me despedí de los delirios del mañana, que alguna vez forjé en ese lugar.
Allí, confirmé que la nostalgia aún no quiere acompañarme cuando mis pisadas hacen eco por los pasillos cercanos a la cafetería. Los recuerdos todavía no han querido sentarse conmigo a tomar un café o una caña -tal vez- en el césped. Mientras, la desolación y la incertidumbre se han ofrecido para guiarme hasta la salida. Educadamente me han aconsejado que disfrutará del atardecer otoñal del exterior. Saben que me gustaba, al menos antes era así. Saben que ellas no, al menos por ahora. Saben que volveré para echarlas, al menos, otro día.

viernes, 15 de octubre de 2010

El Diván de Marlyn


Puntualmente. Y en base a un tiempo no predifinido ni autoestipulado de antemano, suelo tener una terapia...

Es gratis. A priori. Porque en realidad es a cobro revertido. Me explico. Es una terapia puntual conmigo misma. En momentos de soledad o pausa en este "vivir deprisa" que tengo instaurado como modus operandi.

En esos ratos, marcados por un tiempo a convenir entre neurótico (entiéndase yo misma) y terapeuta (entiéndase yo misma). Me imagino en un diván como en el que se sentaba Marlyn Monroe (que según he leído se va a subastar en breve) y hablo rollo peli Woody Allen (neurótico por excelencia. Perdón, neurótico neoyorquino por excelencia -entiéndase, los de NY City ya son neuróticos de nacimiento-).

A lo que vamos. En ese diván ficticio me pregunto las dudas existenciales que planean por mi cabeza. Como los aviones sobre la Castellana en el Día de la Hispanidad -con abucheos a Zapatero incluídos- (por aquello de actualizar). ¿Y, qué se pregunta un yo a otro yo?:


- Bueno, Lourdes, ¿cuánto tiempo?

- Sí, demasiado. Demasiado poco, tal vez, desde la última vez.

- Nunca es demasiado.

-Siempre es suficiente.

- Hágamos un flashback a la última vez.

- ¿Flashforward?

- No, Flashback. (Anota el terapeuta: demasiadas series norteamericanas en su cabeza)

- Bien.

- ¿Estás bien?

- No, para eso acudo a tí -permítame la confianza, pero nunca fuí de ustedes en un tú a tú conmigo misma-. Lo que le decía, prosígamos con este CSI, perdón, flashback, que aún no he visto a Grissom/Langston o a Mac Taylor en estos lares. (Nota de la escritora: nunca fuí de CSI Miami)

- Bien... (subraya dos veces con Edding rojo -el terapeuta-: "demasiadas series norteamericanas en su cabeza".

- Le actualizo si me permite adelantarme. El tiempo es oro, y aunque no cobre, el tiempo sigue costando lo mismo, en euros, pesetas, un truequue o segundos-. Tengo 24 años. En menos de un mes cumplo 25. Sí, un cuarto de siglo. ¡GUAU! ¿Quién lo pillará? Depende. Depende de lo que uno quiera y busque en la vida. Siempre me he caracterizado por crear mi día a día y por el Carpe Diem. Pero creo que es un momento lynchianamente incierto el que me toca vivir.

- ¿Por qué?

- Porque una cosa es lo que quiero yo -que ni lo sé-. Otra lo que espera la sociedad -anclada en el año 5 antes de la Burbuja Inmobiliaria o la Crisis Peor que la del 29-, y otra... lo que dicta la vida.

- No la entiendo.

- Ni yo.

- Por favor. Coopere. Explíquese.

- ¿Qué me explique? Bien. Le expongo un tipo test. Opción A: La sociedad Antes de la Crisis Peor que la del 29, a medida que te acercas a los 30 años, (me considero ya en los 25), espera de tí que empieces a encauzar tu vida, tener un trabajo estable, un lugar estable, una pareja estable, y unas aspiraciones de formar en 5 años más, como muy tarde, una familia estable.

- Pero, los tiempos cambian...

- Déjeme seguir... Opción B: ¿Qué esperaba yo a esta edad? No lo sé muy bien, porque de pequeña quería ser médico, pero cuando me dí cuenta de que en el momento que una aguja atravesaba mi piel yo ya tenía girada la cabeza. ¡Qué le voy a decir! Fuí realista y ví que eso no era para mí.

- ¿Qué esperaba?

- No te impacientes. La medicina, obvio que no. Aún así, no me meta prisa, que pago yo, y me explico yo. Prosigo: Opción C: al menos esperaba tener algo estable. Y cuando digo "algo", me refiero a: un trabajo, un lugar, una pareja, unas aspiraciones a formar algo en un futuro.

- Y...¿no lo tiene?

- NO.

- ¿Por qué?

- (Realidad D): Porque lo que dicta mi vida en este momento es que una persona con una carrera, un máster, idiomas, ganas de trabajar, de aprender y de luchar por un futuro estable es un estorbo en la sociedad. Porque todo lo que sea gente inestable -entiéndase con la carrera sin terminar, embarazada justo ahora, o de paso- es mucho más barata y estable que yo.

- Vaya.... me ha dejado sin palabras.

- Yo me quedé sin ellas hace tiempo. Verbales, digo.

- ¿Cuál es la solución?

- Vengo a TÍ para que me la muestres.

- Tal vez, pensar que si sales de esta, sales de todas.

- Tal vez...-pero no sé... aún así, no se. no te equivoques, no es que quiera asentarme, tener hijos, vivir en un lugar para siempre...

- Eso a día de hoy es más que un tal vez.

- Puede ser... Aún así, no me des las gracias.

- No pensaba hacerlo.

- Tal vez algún día.

- Quién sabe. Tal vez. ¿Por cuánto subastaban el diván de Marlyn?


**Después te este texto, recomendado, escuchar la canción de Cuándo Éramos Reyes (Quique González)